Tomar y apreciar una cerveza perfectamente presentada y en su temperatura óptima no es un acto trivial; su cata es una experiencia que, si se pone atención, gratifica todos nuestros sentidos:
Lo primero, el oído. El sonido del agua refrescando la copa, el susurro del grifo mientras se llena o, incluso, el fuerte siseo del gas cuando se abre una cerveza embotellada, son anticipos que alertan al resto de sentidos para disfrutar lo que viene a continuación.
Luego, la vista. La combinación entre un determinado grado de trasparencia -desde las más cristalinas a las más turbias, dependiendo del número de filtrados- y los colores, así como el brillo, determinan la identidad visual de una cerveza. Para gustos los colores y en cervezas hay colores y tonos para satisfacer a todos: amarillo pálido, rubio claro, ámbar, cobrizo, oro viejo, negro más o menos intenso… Su aspecto siembre ha de ser brillante.
A través del olfato también se puede identificar la personalidad de la cerveza. Si sabemos buscar, nuestro olfato se puede topar con un montón de inesperados estímulos; puede haber recuerdos de cereal crudo, resinas del lúpulo que aportan sensación de frescor, tostados o torrefactos de la malta, levadura, maderas, frutas… Las cervezas de alta fermentación poseen, por lo general, más intensidad aromática.
La textura, que es el tacto de la cerveza, puede variar dependiendo del tipo y la calidad de la misma. Unas son más compactas y otras más ligeras. Sobre la espuma no hay discusión: es fundamental y siempre hay que servirla con ella. Es el resultado natural de la estabilidad de los componentes propios de la bebida al desprender el gas carbónico que contiene. Una buena espuma se reconoce por ser blanca, densa, cremosa y con buen aspecto.
Y claro, el sabor. Lo mejor para saborear la cerveza en toda su plenitud es dar un primer sorbo a la cerveza para humedecer la boca, seguido de un segundo sorbo en el que se paladeará y se degustará más despacio para que la lengua identifique cada una de sus características.
Por último, pero no menos importante, el sentido común te dirá cuándo debes parar la degustación: recuerda, siempre con moderación, el consumo abusivo es perjudicial.
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